Por Yesid González
Siempre que
pienso en mi profesión llega a mi mente la película La lengua de las
mariposas y en especial su banda sonora, El maestro,
interpretada por Patxi Andion. Son éstas aliciente para mí dentro de una
sociedad que poco o nada agradece a sus maestros. Y es que ser maestro en
Colombia no solo sigue siendo una profesión peligrosa, ya que muchos grupos al
margen de la ley nos han catalogado como objetivos militares e ideológicamente
cercanos a otros, sino porque seguimos tal y como lo confirma la revista
Portafolio, siendo los profesionales peor pagos del país.
Por lo
anterior, es que mis estudiantes de último grado, cuando piensan en su
profesión, no contemplan la idea de ser maestro. Quiénes mejor que ellos para
conocer que la profesión docente los condenará, a tener dos y tres trabajos
para lograr compensar el déficit en su canasta familiar, con ese panorama ¿A
qué horas se forma o investiga un docente? y aunque muchos lo realizan sacrificando familias y vida
privada, no es suficiente para la crítica de tecnócratas y periodistas. Ya que
en este país todo el mundo está autorizado para dirigir la educación y hablar
de los maestros, menos los directamente afectados por una profesión que perdió
su "aura" hace ya bastantes años. A pesar de lo que quisiera la
sociedad, los maestros son seres humanos. Personas de carne y hueso, plagados
de sueños, amores, frustraciones, odios, vicios y adicciones.
Pese a esto,
la pregunta siempre será la misma: ¿Cómo mejorar entonces la profesión docente y
por antonomasia la calidad de la educación? Obviamente, la respuesta no está
exclusivamente en la profesión docente. Ser buen docente requiere de
condiciones, no sólo salariales, sino laborales. Esperar que la educación
mejore cuando los maestros lo que hacen es minimizar un problema social fruto
de la inequidad (Recordemos Gini). Es decir, la calidad de la educación no es
una responsabilidad exclusiva del docente, también lo es del Estado y la
familia. Por eso, no se puede caer en el juego de los resultados de las pruebas
censales nacionales e internacionales, porque en ellas los maestros volvemos al
paredón de los medios masivos de comunicación ¿El argumento? Que los
estudiantes de licenciatura son los peores del bachillerato. La respuesta es
sí, pero no del todo. Es decir, si bien es cierto que los estudiantes de
licenciatura tienen promedios bajos, eso no es exclusivo de los estudiantes de
licenciatura. Los promedios bajos son extensivos a casi todos los estudiantes
de colegios populares, porque la educación en el país está sectorizada. En
palabras de Mauricio García Villegas, la educación no ha sido pensada para la
movilidad social "porque cuando ricos y pobres estudian en planteles
separados y existe gran diferencia en la calidad de su formación, la escuela
solo sirve para perpetuar las jerarquías sociales".
En este
sentido, un estudiante en condiciones económicas precarias, que no puede
adquirir el acumulado cultural de un estudiante de la elite criolla, que viaja
constantemente dentro y fuera del país, rodeado de profesionales que
contribuyen a su formación, quiere acceder a la educación superior, sólo puede
contar con la educación pública, e infortunadamente los exámenes de ingreso a
estas Universidades están diseñados para que el estudiante promedio no los
supere.
Bajo estas
condiciones, un primer paso para
superar la crisis, es garantizar la igualdad de oportunidades y recursos para
todos los estudiantes en medio de una jornada única que contemple un salario
digno para los maestros.
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