El
Consejo nacional de Acreditación (CNA) se
encuentra en el proceso de renovación de los lineamientos para la autoevaluación
y acreditación de las IES. Así, se trata de un contexto fundamental porque lo
que se está discutiendo son los criterios que se tendrán para conceder los
registros calificados y la acreditación de las IES, es decir, nada menos ni
nada más que los principios generales que orientarán de un modo u otro las
rutas y acciones desde dónde las IES se tendrán que regir para su
funcionamiento y, por lo tanto, los principios implícitos de lo que se
considerará debe tener la educación superior y que pretenden renovar los ya
existentes y que habían sido trazados en el año 2006. Por ello, es necesario
preguntarse ¿Cuál es el proyecto educativo, cultural y político implícito en los
lineamientos propuestos por el CNA?
Hay
un primer elemento que llama la atención; por un lado tenemos el concepto de
autoevaluación; en sentido estricto, puede concebirse la autoevaluación como
una práctica por la cual un sujeto individual o colectivo decide por sí mismo
realizar un ejercicio reflexivo sobre lo que piensa, dice y hace con el
propósito de saber para dónde se orienta o para saber si está llegando a donde
se lo ha trazado o para saber si es necesario cambiar de destino y de modos de
alcanzarlo. Esto quiere decir que la autoevaluación es una práctica que se realiza
desde la autonomía y sin ella no se puede pensar de manera coherente. Lo
curioso de la cuestión es que se empezó a hablar de autoevaluación con los
criterios y conceptos planteados por el CNA, mas no desde las IES [1].
Se
da pues una ambigüedad pues aunque se insiste en que la autoevaluación es algo
que hace parte de la autonomía, es regulada, orientada y delineada por una
serie de entes externos (¿heteroevaluación?). Esta ambigüedad se pone de
presente en el hecho de que «el actual Sistema Nacional de Aseguramiento de la
Calidad de la Educación Superior en Colombia es más un “sistema de
aseguramiento externo” que un sistema integral dentro del cual el aseguramiento
interno tenga el papel central que le corresponde» (Silva, J.; Bernal, E.;
Bautista, C. 2014: 34) síntoma de que la autoevaluación se hace como un proceso
formal para cumplir con entes externos, una contradictio
in adiecto pues sería una “autoevaluación heterónoma”.
Tal
situación pretende solventarse a través de un mecanismo que en realidad incrementa
la ambigüedad: como la mayoría de las IES “ha hecho avances más nominales que
reales y sus SAI son precarios. Estas IES, en general, en lugar de buscar la
calidad a través de un proceso de fortalecimiento institucional interno como el
implícito en un SAI bien desarrollado, tratan de cumplir puntualmente los
requisitos del SAE[2],
sin que tal cosa impacte realmente la calidad de la educación que imparten” (Silva,
J.; Bernal, E.; Bautista, C., 2014: 37), la solución que se propone es, desde
fuera, un instrumento de regulación y de control que sirva de “modelo” que
aunque se diga en el documento que “no pretende ser prescriptivo” termina
siéndolo pues busca el aseguramiento
interno de la calidad, como lo plantea el título, conservando e incluso
reafirmando la contradictio in adiecto
de la “autoevaluación heterónoma”.
Así,
emergen varias preguntas que van a la médula del concepto de autonomía
universitaria y su relación con el MEN en general y el CNA en particular: ¿Cuál
ha sido el papel de las universidades y demás IES en la construcción de la
propuesta? Se supone que este ejercicio da cuenta de que esta propuesta es elaborada
conjuntamente entre el CNA y la comunidad académica, pero al menos a simple
vista, la propuesta parece haber sido construida primeramente por unos
“expertos” designados por el CNA[3]
y luego las IES entran a “participar”. ¿Qué tan pública ha sido esta
convocatoria y qué tanto acceso y posibilidades a la discusión ha habido
efectivamente[4]?
Lo
anterior plantea una serie de inquietudes respecto de la Universidad y las IES
en general y la relación que ha configurado históricamente con otros entes como
el Estado y con otros entes sociales y culturales entre los que se cuentan las
empresas y el mercado en general[5],
en el marco del concepto de autonomía que ello implica; lo anterior en el marco
de una reflexión que implica asumir autonomía no como sinónimo de aislamiento, pues
en tanto institución social ha emergido y se configura en contextos históricos,
culturales y políticos.
En
este mismo marco, por tanto, hay una tensión entre lo local y lo global. En
efecto, por un lado, el modelo de aseguramiento interno de la calidad pretende
“suministrar una estructura coherente que, haciendo parte de un Sistema
Nacional de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior, ayude a las
IES nacionales a progresar firmemente hacia los altos niveles de calidad
educativa que demanda la sociedad y que cada vez más necesitará el país dado su
grado creciente de internacionalización” (Silva, J.; Bernal, E.; Bautista, C.,
2014, 2014: 37). Pero el borrador insiste en que todo lo que se propone está en
el marco del “esfuerzo por mejorar los procesos de autoevaluación y armonizar
los criterios con los nuevos retos de la educación en el contexto y las
dinámicas nacionales y globales” (borrador CNA p. 4).
Así,
las necesidades locales o nacionales, parecen asumirse como equivalentes a las
condiciones globales o internacionales, sin que por ello se haga la debida
diferenciación entre ellas. Con ello, pareciera que las necesidades locales o
nacionales, quedan subsumidas a las globales, o si se quiere, pareciera afirmarse
implícitamente que “es una necesidad nacional insertarse en lo global” pero no
se matiza qué otras necesidades locales específicas son vigentes.
En
este marco, se comprenden los lineamientos y criterios propuestos, entre los
que llaman la atención los factores de misión
y proyecto institucional. Desde este punto de vista se hace urgente y se
propone como línea de análisis transversal la apuesta específica de cada
universidad en relación a sus orígenes históricos y sociales, lo que se trazó
como proyecto en virtud de sus apuestas iniciales, cuáles son sus aportes y
limitaciones a las necesidades nacionales y locales. Esto exige que se discutan
cuáles son propiamente esas necesidades nacionales y qué diferencia o cercanía
tienen con as necesidades internacionales.
De
hecho, según se ve en los factores Profesores y Estudiantes y las
características y aspectos por evaluar de cada uno (CNA: 26-35), hay un énfasis
en elementos relacionados con la internacionalización, con la configuración de
redes internacionales de investigación, así como en elementos administrativos fundamentales
como la asignación salarial de docentes, las políticas de ingreso y escalafón,
así como la claridad y transparencia en todos estos procesos. Todos estos
elementos son indispensables en cualquier institución académica y no tendrían
lugar a discusión, salvo si, como se dijo arriba, en su ejercicio pasan por
alto necesidades específicas locales.
En
cambio, parece necesario revisar la característica 6 del factor Estudiantes (CNA: 29) relacionada con el
estímulo y créditos para estudiantes. En efecto, estos lineamientos específicos
sugieren que una IES de calidad promueve con becas y con créditos la educación
superior, criterio que sigue estimulando o justificando que el Estado se
desentienda por completo de la asignación de recursos para el fomento de la
educación superior dejándolos en manos de los recursos económicos de los
estudiantes y de la leyes del mercado financiero. Si bien se hace referencia a
becas, las cuales sin duda deben ser promovidas por las mismas IES, la misma
mirada “autoevaluativa” impide ver que un factor de calidad fundamental que incide
en toda Universidad y que no depende de ella y de su autonomía académica, es
todo lo que realicen el Estado y otras instituciones para incentivar que
personas con bienes económicos y culturales limitados tengan acceso a la
educación superior[6]
y acciones sociales, culturales y económicas para que se valoren sin
discriminación los oficios y profesiones[7].
Así,
a la luz de lo anterior, parece que el proyecto educativo, cultural y político
implícito en los lineamientos propuestos por el CNA miran de una manera
mecánica a dos aspectos contradictorios entre sí: por un lado, buscan mejorar
la calidad de la educación a la luz de necesidades globales de
internacionalización (sin aclarar adecuadamente las necesidades específicas
locales), pero a la vez dejando un peso de responsabilidad casi exclusivo a la
universidad y a las IES, a su administración y gestión interna para asumir esa
tarea.
De
este modo, se elude la responsabilidad económica y cultural que el Estado y
otras instituciones deben asumir, si realmente quieren una excelente educación
superior, responsabilidad no sólo para promocionar la producción del
conocimiento en las universidades, sino para que los distintos grupos sociales
accedan a los bienes culturales que son posibles cultivar en las IES. Al fin y
al cabo, la autonomía universitaria estriba en su posibilidad de discutir en
torno al conocimiento y su construcción así como los ejercicios académicos e
investigativos que ello implica. La posibilidad de acceso a los bienes
simbólicos que las Universidades y demás IES cultivan y promueven es una
responsabilidad que si bien ella puede fomentar, debería estar en cabeza del
Estado y otras instituciones pues eso es un asunto administrativo.
En
este sentido, el próximo 24 de abril las Universidades colombianas en el
Consejo Nacional de Educación CESU no sólo discutan esos lineamientos y
criterios y las políticas que les subyacen sino que es necesario que se den a
la tarea de tener un rol activo para discutir acerca de las condiciones
sociales y culturales que el Estado debe garantizar o configurar para facilitar
el acceso a la educación yendo más allá de las leyes del mercado financiero el
cual se ha venido naturalizando sin beneficio de inventario.
Fuentes
estudiadas
Silva,
J.; Bernal, E.; Bautista, C. (2014). Modelo
de aseguramiento interno de la calidad para las instituciones de educación
superior en el marco del mejoramiento continuo de la calidad de la educación
superior en Colombia. Bogotá: MEN
CNA.
Borrador.
[1] Surge una gran pregunta: antes
de que apareciera la política educativa de la autoevaluación y acreditación, ¿cuáles
fueron los procesos o las prácticas que a través de la historia de las
universidades y demás IES de Colombia internamente adelantaban para examinarse
a sí mismas, desde qué criterios lo hacían y cómo esos ejercicios incidían en
la toma de decisiones y en el campo educativo y cultural del país? Esto es todo
un campo de estudio aún por explorar.
[2] Según Silva, J.; Bernal, E.;
Bautista, C., 2014, 35, el Sistema Nacional de Calidad de la Educación Superior
(Sinaces) está compuesto por el Subsistema de Aseguramiento Interno (SAI) y el
Subsistema de Aseguramiento Externo (SAE).
[3] En el borrador que puede
descargarse de la página www.cna.gov.co
aparecen como autores Álvaro Zapata Domínguez, Carl Henrik Langebaek Rueda,
Diana María Ramírez Carvajal, Franco Alirio Vallejo Cabrera, Jaime Eduardo
Bernal Villegas, María Lorena Gartner Isaza, Pedro Antonio Prieto Pulido.
[4] El hecho de que esta
actividad de análisis se esté realizando de forma intempestiva y de que apenas
nos hayamos enterado de la cuestión, da cuenta de que si bien hay un interés
por parte de la Universidad de hacer la discusión, la convocatoria del CNA a
participar no ha sido suficientemente difundida.
[5] Así lo plantea el documento
cuando señala que se tiene en cuenta la “retroalimentación del Observatorio del
Mercado Laboral, el cual brindará información acerca del desempeño laboral de
los egresados, señalará necesidades del mercado y proveerá las bases para
planeación y prospectiva del sector” (Silva, J.; Bernal, E.; Bautista, C., 2014:
33).
[6] Súmesele a esta discusión el
hecho de que a nivel interno y externo las condiciones de becas son promovidas
para aspirantes o estudiantes que se han destacado académicamente, lo cual
constituye una petición de principio pues es a todas luces evidente que, dadas
las “leyes” del mercado, son las personas con grandes recursos quienes tienen
más acceso a diversos bienes culturales como viajes, residencias en otros
países, y una formación académica basta y profunda, y por lo tanto quienes
tienen más posibilidades de cumplir los estándares exigidos para acceder a las
becas.
[7] Hay dos tipos de
discriminaciones, las cuales se dan, también en el marco de las “leyes” del
mercado laboral: Por un lado, respecto de las carreras profesionales,
tecnológicas y técnicas, se piensa que las dos últimas no requieren una
formación profunda y sólo miran a lo práctico, razón por la cual puede pensarse
que merecen menor capital cultural y menor ingreso salarial que las primeras; la
segunda se da entre profesiones. Por ejemplo dadas las leyes del mercado y los
imaginarios sociales las áreas administrativas o las ingenierías son consideradas
más importantes y merecen mejor remuneración que las licenciaturas. Estas
discriminaciones entroncan con condiciones sociales que se materializan en que
sectores populares o de escasos recursos van teniendo acceso sólo a los niveles
técnicos, tecnológicos o a las licenciaturas, configurándose así un círculo
vicioso. La única manera de romperlo es garantizar condiciones de vida dignas
para todos los niveles y acceso cultural profundo en todos los niveles; sólo
así será posible acortar y hasta eliminar paulatinamente la brecha cultural,
social y económica que azota al país a la par que ir modificando esos
imaginarios sociales discriminatorios.
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